Sin embargo, y como también puede afectar al espacio aéreo, como advirtió ayer la Agencia Europea de Seguridad Aérea, es necesario vigilarlo. Es lo que hace Estados Unidos o el Servicio de Seguimiento y Vigilancia Espacial de la Unión Europea (EUSST).
La EUSST está coordinada de forma permanente por el CDTI y cuenta con diversos servicios, entre ellos el de seguimiento de objetos que deambulan fuera de control y que podrían volver a entrar en la atmósfera terrestre.
Aunque la coordinación general de este organismo la realiza el CDTI, Italia es el país que coordina el seguimiento de la Gran Marcha 5B.
Para ello, se apoya en las medidas de telescopios y varios radares, entre ellos el de la base de Morón de la Frontera (Sevilla); Este radar, aunque está en Sevilla, depende del Centro Español de Vigilancia y Seguimiento Espacial, ubicado en la base militar de Torrejón de Ardoz (Madrid) y gestionado por el CDTI en coordinación con el Ministerio de Defensa.
En España se hace un seguimiento del retorno en estrecha coordinación entre todos los ministerios competentes y, para dar una respuesta adecuada, el país también se está coordinando con sus socios europeos, apunta Lomba.
El cohete chino, que despegó el 24 de julio de la isla de Hainan y pretendía transportar un módulo a la estación espacial orbital china, está ahora dando vueltas alrededor de la Tierra.
A medida que el cohete pierde altura en su órbita elíptica, se puede reducir la incertidumbre y ajustar la hora y el lugar de caída de los escombros, en caso de que no se desintegre por completo al chocar con el escudo de la atmósfera terrestre.
No es la primera vez que un barco chino es observado por la comunidad internacional. En mayo del año pasado, también fue un cohete Gran Marcha 5B el que alertó a los servicios de vigilancia de todo el mundo; acabó desintegrándose casi por completo y los restos cayeron al océano Índico sin causar daños.
Tres años antes, en abril de 2018, también se monitoreó el laboratorio orbital de Tiangong 1, que estaba en desuso desde 2016 y vagaba sin control por el espacio; volvió a entrar en la atmósfera de la Tierra sobre el Océano Pacífico Sur, incluso sin causar daños.
Hay formas, y la mayoría de las veces es así, de hacer que las piezas de los cohetes que se envían al espacio y, en su caso, al océano, vuelvan a entrar de forma controlada en la atmósfera, pero hay que almacenar mucho combustible para ello. que es una gran inversión, detalla Lomba. China no parece hacer esto, dice este experto, quien añade que se está barajando la posibilidad de desarrollar una regulación internacional.